miércoles, 8 de agosto de 2007

Mi lucha con TRESAMI, Vol. VIII y mi encuentro con el propietario

Ver capítulos anteriores.

Volvemos a la carga.El fatal desenlace que había tenido con los de TRESAMI no se acababa aqui.
Tenía ganas de coger al propietario por banda y sabía que no tardaría mucho en venir a Gijón. Durante unos cuantos días, me dedicaba a pasar por debajo de su piso (el que en un primer momento se supone que había comprado) y mirar a ver si las persianas habían cambiado de posición o se encendía alguna luz.
Hasta que un día veo luz en la cocina. Eureka, pensé, por fin el encuentro estaba cerca.
Al día siguiente pedí la tarde libre en el trabajo y cual espía soviético, esperé delante del portal estoicamente, al frio y al agua, desde las seis de la tarde hasta aproximadamente las diez.
Cada vez que alguien entraba al portal, observaba qué luz se encendía en el edificio, y memorizando su cara. Hasta que un vetusto personaje entró en el portal y a los dos minutos se encendía la luz de la cocina del piso segundo. Voilá, esto era pan comido. Ya taba fichao.

Confieso que estaba nervioso, inquieto por ver la reaccion del propietario cuando le dijese a la cara la clase persona que era.
Supuse que el anciano , como todos, sería hombre de costumbres, así que al día siguiente y hacia la misma hora volví a esperarle en el portal. Como un reloj, puntualmente, y a la misma hora del día anterior, el propietario apareció por la calle acompañado de su presunta mujer y de los venerables vecinos de al lado, que al verme (pues hacía ya tiempo que habíamos hablado largo y tendido) se quedaron cortados.

"Tu eres Emilio" le dije dirigiendome al propietario. Se quedó extrañado mirándome como queriendo recordar quíen era yo y por qué le conocía. "Soy quien compró tu piso, que hablamos por telefono, ¿me recuerdas?"
Se quedó pálido y le pidio a su mujer y a sus vecinos que subieran a casa y nos dejaran solos. PAsaron diez segundos en que ninguno de los dos hablamos. Yo le miraba a los ojos, repasando el borrador de reproches que tenía preparado.
Me invitó a tomar un vino para hablar, pero le dije que no aceptaba invitaciones de cobardes. Así que en la calle, y poco a poco, le empecé a desgranar mis pensamientos.
Le dije que era un cobarde porque había quedado en llamarme para darme una explicación cuando llegase a Gijón y no lo hizo, no fue capaz de dar la cara. Le dije que era un canalla por no tener la más mínima consideración por Jose Luis. Las palabras mayores al final no se las dije de forma directa, pero estoy seguro que no le quedó ninguna duda de lo que opinaba sobre él.

Si no fuera porque era una persona (de alguna forma tengo que llamarle) mayor, e indefenso, le hubiera metido en un contenedor y cerrado la tapa. El solo se limitaba a mirarme con ojos abiertos y no era capaz de articular palabra.

En fin, estaba claro que no iba a rascar nada hablando con él, pero al menos yo me quedaba más satisfecho. Supongo que él pensaría que le iba a dar una paliza, porque le vi que estaba muy nervioso. No soy de esa clase de personas que van buscando camorra por los bares.

Este fue mi encuentro con "el propietario", más conocido como D. Emilio Molina.

Ahora de vez en cuando paso por allí y sigo fijándome si hay luz en el piso. Y la hay. Solo espero que él se haya vuelto a Suiza y el piso se lo hayan "okupado" una treintena de rumanos que se lo destrocen y lleven a sus perras (usease, sus animales, sus canes) a parir al cuarto de baño.

Mi lucha con TRESAMI, Vol. VII.

(Ver capítulos anteriores, más abajo)

Me hizo gracia que el día que decidí aceptar la oferta del chico de Astures para este nuevo piso, justo antes de llamarle para decirle que cerrabamos el trato, me llamó la comercial de AGENCIA TRESAMI para preguntarme cómo iba el tema.
Es curioso que después de haberse desentendido de mi, y cargarle el muerto a Jose Luis lavándose las manos como Poncio Pilatos, ahora de repente me llamase interesándose (comercialmente) por mi.
Estaba claro que el de astures estaría nervioso con la operación, y le pidió que me llamase y me tirase de la lengua (comercialmente) para saber si yo iba a comprar o no. Supongo que el de astures se frotaría las manos cuando la comercial de AGENCIA TRESAMI le chivase que yo iba a picar el anzuelo. Me imagino que incluso se llevaría su parné de todo este lio.
Pero me daba igual, a fin de cuentas yo estaba ilusionado e impaciente, qué cojones,me daba igual todo.

El de astures compartía negocio con una chica morena y guapa, de bonito aspecto que a su vez era una vieja conocida, pues hace tiempo habíamos coincidido en un pequeño concurso a nivel regional en el que quedamos como finalistas.

Pues nada, ya estaba todo listo, el sobre con mi dinero encima de su mesa, y los contratos que acababa de firmar. Ahora a esperar a que la propietaria desalojara el piso para mandar a la empresa de limpieza, y en breve mi humilde morada estaría lista.

Continuará...

Mi lucha con TRESAMI, Vol. VI

(Ver capítulos anteriores por aquí abajo)

Una vez mentalizado de que la historia se repetía y tenía que volver a empezar a buscar un sitio donde vivir, volví a comprar prensa, y a leer anuncios con ofertas inmobiliarias.
Jose Luis atravesaba un mal momento ecónomico, tenía menos dinero que un bañista (dicho popular), así que llegamos al acuerdo de que me buscaría un piso a buen precio y no me cobraría comisión ninguna.
Así que paralelamente a mi búsqueda, cada poco la chica que trabaja con Jose Luis me llamaba ofreciendome pisos. Algunos ya los descartaba sin verlos, y en media docena de ocasiones llegué a visitarlos. Ninguno me encajaba. Unos por precio, que se disparaban, y otros porque no valían ni para tomar por el culo y costaban el doble de lo que valían.
Hasta que un día, en mis habituales paseos fijándome para los pisos, vi un anuncio en una ventana que me llamó la atención y no dudé en llamar. No sé por qué tenía el presentimiento que aquel piso era para mi.
La agencia que lo vendía era una vieja conocida, AGENCIA ASTURES y nuevamente tenía que tratar con el comercial.
El comercial me enseñó el piso al día siguiente, y sin titubear mucho ni pensármelo dos veces, me lancé a la piscina. No tenía altura porque era un primer piso pero no se por qué me gustaba un montón. Eran dos habitaciones y tenía muy poco tiempo. La verdad que la dueña era una descuidada de mucho cuidao, porque cuando fui a ver el piso parecía una escombrera y la cocina tenía más mierda que el palo de un gallinero, pero suciedad aparte, el piso estaba muy bien. La plaza de garaje era una puta mierda (¿o debo decir ridiculez?) porque el coche no me entraba ni metiéndolo de canto, pero pensaba en venderla y comprar otra un poco mejor.
Nuevamente tras intentar negociar un poco el precio, a los dos días volví a dar mis tres mil euros de señal, firmé el contratro de arras y quedó todo apalabrado nuevamente para escriturar en un plazo máximo de tres meses.
Al final Jose Luis no me había indemnizado con los tres mil euros que me debía, pero yo estaba contento y preferí dejar de quemarme la sangre con el medio kilo y pensar que todo fue un fallo humano y había que aceptarlo así.

Continuará...