miércoles, 18 de julio de 2007

Mi lucha con TRESAMI , vol. V

(Ver capítulos anteriores)

Jose Luis me trata especialmente bien. Al menos me llama regularmente y me tranquiliza ver que todo sigue adelante. Me asegura que habló con el propietario y que no hay ningún problema, que en breve vendrá a España y cerraremos la venta definitivamente.
Mi úlcera de estómago se calma un poco, solo me entran ardores a partir de mediodía, y Jose Luis empieza a mirarme opciones de hipotecas interesantes. Después de quince días decido que la mejor opción la tengo en el BBVA y tras hablar con el director, abro una cuenta alli y domicilio la nómina.
Pero sigue pasando el tiempo y seguimos sin novedades: no hay nada concreto, no hay fecha prevista de llegada del propietario y yo tengo unas ganas de cerrar el tema acojonantes.
Cuando ya van a cumplirse los tres meses de plazo me llama Jose Luis, con voz temblorosa y me dice que el propietario, decide que no vendera el piso definitivamente , pero que vendrá a Gijón en breve e intentará retomar el tema.
Mi úlcera vuelve a trabajar apoteósicamente y en medio de un cabreo monumental, voy al famoso piso y pico al timbre de los vecinos de al lado. Les comento lo que hay, para ver si ellos saben algo, y me dicen que me estuvieron tomando el pelo, que el piso lo enseñaron a muchisima gente y cada vez contaban una versión diferente y un precio distinto, y que no me fíe de los de las agencias, que tenían mucha labia pero que eran delicados.
Después de mucho hablar, me vieron tan cabreao que me dieron el telefono de Suiza del propietario. Por lo menos iba a intentar hablar directamente con el dueño, para ver que era lo que pasaba aquí.

Marqué un montón de cifras con el prefijo internacional, con la suerte de que lo pillé en casa. Le explico quién soy, y me dice que "había oido hablar de mi" (como pa no, no te jode...). Me dice que él en ningún momento había firmado una autorización de venta a ninguna agencia y que no quiere saber nada del asunto. Que en un principio pensó en venderlo, pero que ahora habia cambiado de opinion y que le dejara en paz.

Despues de una llamada de 50 minutos,y a 200 pulsaciones cardiacas por minuto, creo que la conferencia con el alimaña lo unico que me aportó fueron 10000 pulsaciones. Al menos me dijo que iba a venir a Gijón y me iba a invitar a una botella de vino. Gracias a mi santa madre y a Alejandro, el abogao, conseguí calmarme y tras agradecerle al propietario su humana acutuacion, decidí tomar el asunto con sangre fría e intentar presionar para que Jose Luis, y en virtud de lo firmado en el contrato, me indemnizara con 3000 €.
En todo este lapso de tiempo, los pisos habían subido muchísimo más, pero al menos no me quedaria con las manos vacias despues de todo.


continuará...