jueves, 21 de junio de 2007

COMPRAR PISO: LA ODISEA

Cuando un joven y humilde trabajador empieza a juntar sus primeros ahorrillos, empieza a florecer la mentalidad capitalista que algunos llevamos dentro, y te planteas la posibilidad de independizarte.

La idea de tener tu propio hábitat, entrar y salir sin miedo a despertar a tus padres, llegar a casa con una copa de más sin disgustar a nadie, y cómo no, aspirar a una relación sin tener que pagar una habitación, buscar un hotel, esconderte en un callejón, pedirle el coche a un amigo o incluso exponerte a manchar el tuyo...


Entonces empiezas a echar las cuentas: gano esto, tengo estos gastos, y la independencia cuesta mmm , uhmmm, buffff sale caro de cojones. Desechas la idea y decides seguir comiendo en casa de mamá, que además plancha las camisas que te cagas y mientras esperas a ver si la vivienda baja de precio e intentas ahorrar algo más para poder ir comprando un felpudo.


Casualmente las tertulias de las noches de copas empiezan a girar en torno a pisos, casas, inversiones...

Chus, que está entre mis mejores amigos, es más negativo que yo. Chus es un adorable personaje capaz de cambiar de opinión tres veces en dos segundos, pero me lo paso bien hablando con él. Intenta quitarme la idea de la cabeza porque dice que los pisos van a bajar. Lleva con ese rollo un montón de tiempo, y en todo este transcurso, si cuando empezó a decir que iban a bajar, hubiera invertido en uno para venderlo, habría ganado mucho dinero.

El caso es que un buen día me decidí a buscar un cuchitril donde aposentar mi desordenada vida, poder tener mis aparatos desparramados por una habitación, y encontrar el remanso de paz adecuado para mis pretensiones de vida contemplativa aunque no sea más que por unos minutos diarios.

Para hacerte una idea del mercado, empiezas mirando los anuncios clasificados del periodico y te haces a la idea del precio según características , estado y zona. Todo más caro que el demonio.
Así, que inocente de mi, decidí adentrarme en el oscuro y tenebroso mundo de las agencias inmobiliarias.
He podido afianzar aún más mis pésimos vaticinios acerca de las agencias, no me equivocaba nada. Como en todas las profesiones, hay mucho intrusismo laboral, y cualquiera acondiciona un garito, compra una mesa y dos sillas, y ya se monta su agencia inmobiliaria.
Son como gangsters, son capaces de todo con tal de embolsar su comisión en el bolsillo. Son infinitamente peores que los vendedores de coches.
Solo piensan en nutrir sus arcas con el dinero del humilde comprador, y que están dispuestos a todo con tal de llevarle al huerto.
Además, están conectados y de acuerdo entre ellos para sacar los cuartos al comprador.
Las agencias tienen gran parte de la culpa de la burbuja inmobiliaria, pues son los primeros en tirar hacia arriba de los precios. A más precio, mayor comisión.
Por no hablar de la hipermayoría de peleles que están detras de las agencias sin formación legal, sin conocimientos burocráticos y sin categoría personal ninguna.

Está claro que habrá de todo, como en todas las cosas, y seguro que hay agencias super profesionales y en las que hay gente seria. La pena es que yo no las conoci a tiempo.

Así fue como un mal día me dio por entrar a informarme en la primer agencia que vi: TRESAMI de Gijón. Ahí empezó todo mi calvario, que me costó rozar el límite de la depresión y el desbordamiento de mis nervios. Sobra decir, que todo lo que más adelante contaré, está documentado con papel, fotografías y testigos presenciales.

También sobra decir, que esto no es más que un aviso para navegantes, aparte de una pequeña llamada de atencion para despertar a la gente de buena fe que puedan convertirse en víctimas de "intermediarios inmobiliarios".

Así pues, y a partir de aquí, ire contando por capítulos mi particular lucha con las agencias, y habrá para todos, porque ahora me toca a mi.

Próximo capítulo: Comprar piso: Mi lucha con tresami

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